El mobiliario de la casa tradicional asturiana no era muy abundante. En la cocina se encontraba la masera, mueble con tapadera en el que se amasaba la hornada de pan para quince días y en la que se guardaban los panes; la espetera o ferraderu, del que colgaban las herradas y calderos de cobre; en algunas casas tenían el arrudu o palo con ganchos en el que se ponían zapiques (jarras de madera), tarreñes (vasijas) y otros recipientes; el vasal o armario de cocina; el escañu o banco que rodea el hogar y que hacía las veces de asiento, mesa y cama; y los tayuelos o bancos de tres patas. Entre los recipientes de madera estaba la citada zapica, copita o pea que se usaba para la leche y la sidra; el salero y pimentero con tapa de rosca; el mortero de la sal; las escudillas en las que se comía con la cuchara, también de madera; la desca o duerna para amasar torta o pelar las patatas; las herradas de duelas con anchos y brillantes aros de hierro, como de hierro era el pote de tres patas que cólgaba de las calamiyeres o pregancies (cadenas colgantes sobre el fuego) y tambien las trébedes en las que se ponía el cazo para freír las patatas, el talo (chapa con asa) en la que se cocía la torta envuelta en hojas de maíz o de higuera, la chocolatera con el molinillo, el canxilón (cazo de cobre para beber), y si el Ilar (hogar) no bastaba para alumbrar, se prendían las candilejas también de hierro; además había calderos de cobre, vasijas (vidriadas o no), la feridera o recipiente para batir la mantequilla, la quesera con agujeros, etc.
En las habitaciones era típica la cama con cabecera tallada, y el arca donde se guardaba la ropa, con su estuche para las joyas.
En cuanto a la vestimenta tradicional, se puede afirmar que se trata de la tipificación de la última forma de vestir que se reconoció, ya en su tiempo, como distintiva de los habitantes de nuestro País. Los siglos de esplendor van desde el último cuarto del XVIII hasta mediados del XIX, momento a partir del cual fué desapareciendo paulatinamente. Era una vestimenta propia de las clases populares que, aunque presentaba rasgos propios, en general respondía a los cánones usados en la mayor parte de Europa Occidental. Con el paso del tiempo, al no ser sustituido por otra forma de vestir personalizadora, quedará como seña de identidad en la vestimenta festiva asturiana.