Neolitico Al Bronce

A partir del IV milenio B.P. y hasta la aparición de la cultura castreña, en Asturias se desarrollará una serie de brillantes culturas desde el Neolítico avanzado de los constructores de megalitos, que se dispersarán por todo el territorio en lugares topográficamente dominantes sobre la compleja red de valles, lo que probaría la existencia de prácticas agrícolas (en los fondos abiertos y bien comunicados de los valles), pastoriles y recolectoras; estas innovaciones eclosionan con la aparición de una importantísima actividad minera hacia el II milenio y alrededor de los dos principales y abundantes recursos que ofrece el subsuelo: el oro y el cobre, que aparecen por primera vez precisamente en los megalitos. La originalidad de sus producciones se mantendrá a lo largo de toda la Edad del Bronce, con una constante adaptación a las influencias venidas del mundo continental e integradas en un evidente sistema de relaciones atlánticas entre la Península Ibérica, Bretaña y las Islas Británicas, favorecidas por la riqueza aurífera y cuprífera de Asturias, como demuestran las minas del Aramo (Riosa) o del Milagru (Onís), así como por el oro irlandés y el estaño de Cornualles, Bretaña y Galicia.

Ello confirmaría la existencia de un tráfico marítimo generalizado en el Bronce Atlántico (hacia el 1.000 B.P.) a través de las filiaciones estilísticas de materiales metálicos hallados en el cuadrante noroccidental peninsular, con circulaciones por toda la fachada oceánica entre el sur peninsular y Bretaña, con permanentes intercambios de técnicas de fabricación y modelos, todo ello en unas prácticas comerciales en las que Asturias ocuparía una posición estratégica.

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