La pesca en la mar y el marisqueo se desarrollaron desde
tiempos prehistóricos en Asturias, que dispone además de una
plataforma continental que favorece enormemente la cría de numerosas
especies "de roca", a las que hay que sumar las migratorias que,
en verano, arriban con la corriente del golfo. Desde la Edad Media, en la
que ya en el siglo XIII aparece documentada la caza de "ballenas e ballenates",
buena parte de las capturas se destinó a la salazón y escabechado,
citándose también la existencia de camineros leoneses que transportaban
"pescado seco" a los mercados de Castilla, aunque la mayoría
era destinada a los mercados locales para el consumo en fresco, no desarrollándose
las industrias conserveras hasta la segunda mitad del siglo XIX, alcanzando
después gran impulso en los puertos pesqueros. La pesca, que todavía
se mantiene con sus artes tradicionales, era y es fundamentalmente de bajura
y de carácter familiar, en embarcaciones pequeñas y medianas
con poca tripulación que van a la sardina con los abareques (redes
especiales para este pescado), a la cacea o al tresmallu (artes tradicionales
no masivas) en busca de bancos de peces, a echar el palangre en los caladeros
(líneas de miles de anzuelos) o el pinchu (aparejo artesanal) para
la merluza y el besugo, o las ñases (nansas) para las langostas, los
centollos, los bueyes de mar... sin olvidar las costeres (campañas),
sobre todo la del bonito del norte, de la que depende buena parte de la economía
de los marineros, que tienen su trabajo muy marcado por la estacionalidad
de las capturas.