El siglo XIX asturiano está condicionado por el desarrollo industrializador que, con capitales de origen extranjero en su mayor parte, iría aparejado al impulso de la actividad minera. Se forman así los primeros núcleos urbanos e industriales de la Asturias Central, que comienza a transformar radicalmente su fisonomía con la llegada masiva de mano de obra de dentro y fuera del País. Son los comienzos del movimiento obrero organizado, en el que anarquistas y socialistas van a tener gran protagonismo, sobre todo a partir de La Huelgona (la gran huelga) de 1906 y la primera huelga general política de 1917.
Con la proclamación de la II República en 1931, los obreros y mineros asturianos ya han alcanzado un alto nivel de organización. En octubre de 1934 estalla el movimiento revolucionario de defensa de la República que tanto partidos de izquierda como nacionalistas catalanes veían en peligro. Este movimiento sólo triunfará en Asturias: del 5 al 16 de octubre se desarrolla la "Comuna Asturiana"; los trabajadores, organizados en comités revolucionarios, movilizan un ejército de unos 30.000 hombres. El gobierno de Madrid, ante la gravedad de la situación, encarga a los generales Goded y Franco la "pacificación" del territorio asturiano con tropas africanas. Tras la rendición y a pesar de las promesas hechas, la represión será brutal.
La Revolución de Octubre fué en verdad el preludio de la guerra civil de 1936, en la que Asturias, fiel a la República, queda aislada y se organiza en Consejo Soberano de Asturias y León, que llegaría a emitir moneda propia.
Durante los cuarenta años de dictadura del general Franco, Asturias jugará un papel crucial en la lucha por la libertad, poniendo el Mundo sus ojos en las huelgas mineras de la primavera de 1962 como auténtico faro de esperanza. En esta época la región central no para de crecer al calor de los grandes complejos siderúrgicos y mineros, sobre todo los del Estado, concentrándose en el 14% del territorio cerca del 80% de la población y más del 90% del VAB de la producción.
A partir de los años ochenta, el modelo económico basado en los monocultivos siderúrgico, minero y lechero entra en un profundo declive, declarándose región de tradición industrial con los mayores índices de paro de la Unión Europea, que afectan especialmente a la juventud y la mujer.
Hoy, Asturias se vuelve hacia sí misma, en una convicción colectiva de que sólo a través de un desarrollo sostenible de sus potenciales podrá hacer frente al futuro.