La aproximación a las creencias religiosas de los asturianos de la Edad del Hierro se vislumbra a través de tres tipos de fuentes: los testimonios lingüísticos que nos ofrece la toponimia, las inscripciones de los primeros siglos de nuestra Era y las escasas noticias literarias debidas a los autores grecolatinos. A éstas deberíamos sumar el análisis de los motivos iconográficos, que aparecen en contextos de carácter mágico-ritual, a la luz de la religión comparada.
La toponimia ofrece algunos testimonios que sugieren la presencia de divinidades como: Deva, divinidad acuática, que aparece denominando ríos y lugares vinculados al agua (río en Ribadedeva; río que brota en la cueva de Cuadonga; sima en el concejo de Xixón; isla ante los acantilados del concejo de Castrillón). Navia-Nabia, también otra divinidad acuática (Río Navia, en el occidente de Asturias y Nabia, riachuelo en Peñamellera). El nombre del dios Belenos parece atestiguarse en Beleño (Ponga) y en Belén (Valdés). Taranis en Tarañes (Ponga) y Tarañosdiós (Cangues d'Onís) y Vindonus en Bendueños (Llena).
A través de la epigrafía de época romana conocemos otras entidades divinas como (Du)lovio Tabaliaeno adorado por los Luggoni Arganticaeni, etnónimo en el que también reconocemos la relación de este pueblo astur con la divinidad pancéltica Lug (luggoni, descendientes de Lug). Otra entidad divina Nimmedo Aseddiago estaría relacionada con el santuario celta "nemetum". Evedutoniu Barciaecu y Reus Pecío Parameco, son otras divinidades de difícil interpretación, la primera haría mención a su localización en una "barcia" (lugar pantanoso), mientras que la segunda pudiera ser explicado a través de una palabra de origen indo-europeo conservada en el alemán reuse (gigante). El sacrificio de machos cabríos, prisioneros y caballos al dios de la guerra -que podríamos identificar con Cosus-, está constatado por Estrabón, que también refiere la existencia de un dios innominado al que rinden culto en las noches de luna llena danzando hasta el amanecer ante la puerta de sus casas y que se identifica con el Dis Pater galo del que habla Julio César y al que este pueblo tenía como antecesor primigenio.