************************************************************* Manuel Arias García ‘Antón de la Braña’: "Xuiciu faltes” *********************************************************************** [Un xuiciu faltes] ACTO ÚNICO Sala de un Juzgado Comarcal.– Lateral derecha una mesa de despacho, ante la que están sentados el JUEZ y el FISCAL. Foro derecha otra mesa, ante la que, y mirando al publico, estará el SECRETARIO. Foro, dos bancos. Lateral izquierda, una puerta, que aparecerá cerrada al levantarse el telón. Estanterías con legajos. COMIENZA LA ACCIÓN–Es de día. En escena, como se indicó, el JUEZ, el FISCAL y el SECRETARIO. En la lateral izquierda, de pie y con la gorra de plato en la mano, el ALGUACIL. JUEZ.—AL SECRETARIO. Un momento. SECRE.—Diga. JUEZ.—¿A qué hora pasa el coche para Oviedo? SECRE.—Alrededor de la una. JUEZ.—¡Ah, bueno! Me sobra tiempo. Como queda solo el juicio de faltas contra esa mujer de La Reguerina que agredió al ex–novio de su hija, acabaremos en media hora. FISCAL.—SONRIENDO. Ya lo veremos. JUEZ.—Si es un caso sencillísimo. FISCAL.—Sí, sí, pero... JUEZ.—¿Qué pasa? SECRE.—SONRIENDO TAMBIÉN. Que se lo explique el Alguacil. JUEZ.—¿Es tartamuda acaso la señora esa? ALGUA.—No, señor. JUEZ.—¿Entonces? Nada, nada... En media hora irá. ALGUA.—Ya lo veremos. JUEZ.—Si el caso no puede ser más sencillo. Una señora que da unos golpes a un muchacho, que confiesa ante la Guardia Civil... Con tomarles declaración a la agresora y al agredido, que seguramente no tienen nada que decir... ALGUA.—Todo lo que usted quiera, pero... JUEZ.—¿Quieren ustedes hablarme claro? ALGUA.—Verá, señor... Usté diz que piensa acabar pa les doce y media. JUEZ.—¿Por qué no? ALGUA.—Porque non, porque non. Ya lo verá usté. JUEZ.—¿Qué motivo hay para...? ALGUA.—Porque se trata de la Revirada, señor, y tratándose de la Revirada naide sabe cómo ni cuándo podra acabarse. Si fora un casu corriente... el robu d’una pita, una engarradiella de paisanos en un chigre, un asuntu de agües, un camín de un prau..., sobraríen menutos de la media hora que uste diz. Pero, tratándose de la Revirada, ya–y lo dixe. Cada vez que esa paisana entra nesti Xuzgáu, quien más y quien menos, tol mundu echa les manos a la cabeza. JUEZ.—No será tanto. ALGUA.—Ya lo vera, ya lo verá. ¡Tien una lengua!... En cuantu emprencipie a pegar berrides y a ensultar al mozu que les llevó, yá sabrá lo que ye güenu. JUEZ.—Delante de mí no dará voces ni insultará a nadie. No le permitiré abrir la boca. ALGUA.—AL SECRETARIO Y AL FISCAL. ¡Diz que non–y va per- mitir dar voces ni ensultar! Se conoz que non la conoz. JUEZ.—A mí me respetará, pierda cuidado. ALGUA.—Ya lo verá, ya lo verá dentro de un pocoñín. JUEZ.—Pero… SECRE.—Digo lo mismo que el alguacil. FISCAL.—Y yo… FISCAL.—Mire… Poco antes de venir usted, se presentó aquí un día a declarar como testigo por un asunto de no sé qué servidumbre. ¿Recuerda, Secretario? SECRE.—¿No voy a recordar el caso? ALGUA.—Si este señor lo presenciara, non tendría confianza en acabar en media hora. FISCAL.—Armó un escándalo mayúsculo. Nadie podía con ella. Y eso que venía sólo como testigo. Excuso decirle la que nos espera hoy. ALGUA.—Mire, señor... Pa saber cómo ye la Revirada abásta–y asomarse ahí. JUEZ.—¿Qué pasa? ALGUA.—Pos ná menos que el rapaz a quien–y dio la paliza, de mieu que–y tien, en vez de tar en la sala de espera, ta nel cuartín de los trastos ciarráu por dientru... y con dos monecipales a la puerta. JUEZ.—Pues sí que... SECRE.—Es algo terrible. JUEZ.—Estoy deseando conocerla. Pero ya veran como no escandaliza hoy. Obligándola a respetar desde el primer momento.. . ALGUA.—Sí, sí... JUEZ.—AL ALGUACIL. Mándeles pasar. ALGUA.—¿A quién? JUEZ.—A todos... A ella, a su hija, al agredido. A todos. ALGUA.—¿Va metelos todos xuntos? JUEZ.—Así acabamos primero. ALGUA.—Usté non ta en lo que celebra. JUEZ.— Haga lo que le mando. ALGUA.—Bueno, bueno, por mí... ABRE LA PUERTA, SALE Y VUELVE A ENTRAR CON MANÍN, UN MOZO DE VEINTICINCO AÑOS, CON CARA DE INFELIZ, QUE TRAE EL POBRE EN EL CUERPO UNA RACIÓN DE PÁNICO MÁS QUE REGULAR. MANÍN.—¿Puédese? JUEZ.—Pase, pase… MANÍN.—Buenos; días. JUEZ—Buenos días. Siéntese, haga el favor. MANÍN.—Primeru déxeme saludar. Diz mi pá que la enducación debe ser siempre antes que ná. ¿Cómo ta usté, siñor Juez? JUEZ.—Bien, muchas gracias. MANÍN.—SIN SENTARSE AÚN. Pos yo también toi bien. Y lo mesmo mi pá, mi ma, mi güelu, el mi hermanu Cerilu y la mi hermana Pepa. AL FISCAL Y AL SECRETARIO ¿Y vostedes tamién tán bien? FISCAL.—Sí, hombre, sí. MANÍN.—Alégrome. ALGUA.—Siéntate, anda, siéntate y déxate de macanes. MANÍN.—¡Ma que finu! ¿Non sabes que hai que saludar a tol mundu y deci–ys cómo tán los de casa? La enducación. . . JUEZ.—QUE SE IMPACIENTA SIN QUERER. La enducación, como usted dice, señor mio, manda que cuando esté uno en un lugar como éste se guarde silencio y no se hable más que cuando sea preguntado. Así que siéntese en ese banco y espere el interrogatorio. MANÍN.—¿El qué, hom? JUEZ.—Et interrogatorio. MANÍN.—¿Qué paisanu ye esi? ¿Algún testigo? JUEZ.—Bueno, siéntese y calle. MANÍN.—Si, siñor; si, siñor. ALGUA.—DESDE LA PUERTA. Pasen, pasen... REVIR.—ASOMÁNDOSE, CON MONCHINA DETRÁS. Pasa, muyer, pasa, que aquí non comen a naide. Más de veinte veces entré yo y non me pasó nada. ¿puédese? JUEZ.—Adelante. Siéntense, hagan el favor. REVIR.—ENTRANDO CON MONCHINA. LA REVIRADA, DESPUÉS DEL RETRATO QUE HICIERON DE ELLA ANTES, NO NECESITA SER PRESENTADA. EN CUANTO A MONCHINA ES UNA RAPAZA DE UNOS VEINTE AÑOS, BASTANTE AGRACIADA, CON CARA MUY TRISTE: Muches gracies, siñor Juez. Ye usté mas edocáu y más finu que bastantes siñores que presumen de edocancia, pero non la usen nunca. Home... Abasta ver la su carina nidia, los sos güeyinos nobles y el su tipu aseñoriáu, pa dase cuenta de que ye un paisanu finu de verdá. SE SIENTA CON MONCHINA, NO LEJOS DE MANÍN. ¡Tién una cara güenu! JUEZ.—¡Bueno, bueno! REVIR.—Adispénseme, siñor. Ye que, como aquí semos aldeanos, pos hablamos de cualisquier manera y prenunciamos munches palabres mal. Por eso dixe “güenu” en vez de bueno. JUEZ—¡Bueno, bueno! REVIR.—Bueno, bueno... Ya lo sé, siñor. Descuide, non se me olvidará. JUEZ.—Señora… REVIR.—A MANÍN. Aprende, babayu. Este siñor, como ye un siñor leído y escrebido, non como tú, sabe destinguir y llámame señora. JUEZ.—MIENTRAS EL FISCAL, EL ALGUACIL Y EL SECRETARIO DISIMULAN LA RISA COMO PUEDEN. ¡Señora! REVIR.—Muches gracies, siñor. JUEZ.—ENFADADO YA. ¡Señora! ¡Señora! REVIR.—Muches gracies, muches gracies, muches gracies, muches gracies. Pero non me llame siñora tantas veces seguides, que va a pensar esi babayu que lo diz por reírse de mí. JUEZ.—Señora, mida sus palabras. Si vuelve a insultar a ese muchacho, le impongo una multa. REVIR.—¿Insultélo acaso, hom? ALGUA.—¿Non lu llamaste babayu? REVIR.—Llamar babayu a ésti non ye insulto. MANÍN.—¿Entós qué ye? REVIR.—Pos ye decir una verdá como una casa. JUEZ.—RECALCANDO LAS SÍLABAS. Le he dicho que si insulta a alguien le impongo una multa. REViR.—Home, siñorín... Non se enfade. En esa carina de santu que tien usté, non peguen les amenaces ni el mal xeniu. JUEZ.—Bueno, bueno... Secretario... Empiece. SECRE.—Ahora mismo. A MANÍN. ¿Quiere hacer el favor de sentarse ahí? SEÑALANDO UNA SILLA FRENTE A LA MESA DEL JUEZ. MANÍN.—¿Pa qué, hom? Toi bien aquí. SECRE.—Por favor... No empiece usted también. Siéntese donde le mandan. MANÍN.—Bueno, bueno... Y SE SIENTA. JUEZ.—Pregúntele, Secretario. SECRE.—Ya. ABRE UN CUADERNILLO DE PAPEL DE BARBA. FINGIENDO LEER EN EL MISMO. Usted se llama.. MANÍN.—Manuel Pérez y Fernández. SECRE.—Tiene veinticinco años. MANIN.—Cumplíos de agosto, sí, siñor. SECRE.—Está soltero. MANÍN.—Sí, siñor. SECRE.—Trabaja en la tierra MANÍN.—Según... Unes veces trabayo en la tierra, otres en los praos y dalguna nel monte. Ya sabe usté lo que pasa. ALGUA.—¡Pos si que se pon buena la cosa! SECRE.—Bien, bien... Usted declaró ante la Guardia Civil, ¿no es así? MANÍN.—Sí, siñor. SECRE.—Voy a leer su declaracion. MANÍN.—¿Pa qué? Arrecuérdome bien de lo que dixe. SECRE.—Aunque lo recuerde. FINGIENDO LEER: Uuuuu... Uuuuuu... Dijo usted: “Que regresando a su domicilio al atardecer del día de autos...” REVIR.—¿De qué autos, cristiano? ¡Si en el nuestro pueblo non hai carretera! JUEZ.—Señora... No interrumpa. Ya hablará usted cuando le corresponda. REVIR—Ta bien, ta bien, non se enfade. SECRE.—CONTINUANDO LA LECTURA. “Que regresando a su domicilio al atardecer del día de autos... REVIR.—¡Y dale! SECRE.—...“al pasar por el paraje conocido con el nombre de Castañedo de la Llosa, encontró en el camino a Filomena Álvarez y Rodríguez, alias la evirada... REVIR.—¿El qué, hom? ¡Oiga, siñor Juez! JUEZ.—Señora... ¿Quiere hacer el favor de no interrumpir? REVIR.—¿Pero uste piensa que voi aguantar ciertes coses en sin protestar? ¿Por qué non pon una multa a esi escrebiente, que acaba de ensultame, y por escrito, llamándome Revirada? JUEZ.—¿No la llaman así en el pueblo? REVIR.—Por detrás, por detrás... ¡Delante de mín non hai quien se atreva a llamame asina! JUEZ.—Bueno, bueno... REVIR.—Y si usté me llamó la atención a mi cuando llamé babayu a esi babayu, ¿por que non arreprende a quien acaba de ensultame? ¿Non dicen que la xosticia debe ser igual pa todos? JUEZ.—Señora... ¿Quiere hacer el favor de dejarnos en paz? REVIR.—¡Si non me ensultaran, callaría! MONCH.—¡Home, má... REVIR.—¿Quieres callar tú? JUEZ.—Bueno, bueno... Siga, Secretario. SECRE.—“Vio a Filomena Álvarez Rodríguez, alias la Revirada”. REVIR.—¿Otra vez, hom? (... / ...)